Diálogos Preventivos -3- Comemos Mentiras
Otro día el amigo Platón apareció de
brazos levantados en la puerta del almacén. Gritaba de un modo que
hiciera pensar que estaba borracho o al menos alegre, más que
otras veces. Desde la puerta le estaba gritando a mi tío:
--Sabés una cosa, amigo Tito? :YO-CRE-O-QUE- TO-DO- ES- MEN-TI-RA
Así se lo silabeó como hablandole a
un sordo con el movimiento de los labios, aunque sin dejar de emitir
su fuerte voz.
Tito andaba revolviendo trastos por
allá por donde tenía su pequeño escritorio sobre el que hacía las
cuentas y las anotaciones. Algo contestó sin venir, alguna frase
hecha que no recuerdo, o tal vez un simple “ya voy”, o algo así,
tan empeñado estaba en encontrar ese papel que no encontraba.
Entonces fue que Platón, sin mostrar
ningún sentimiento de abandono, sino todo lo contrario, pletórico
de sangre y energía en su viejas facciones, comenzó el siguiente
discurso, (que tanto emitía hacia el interior del comercio como, por
momentos, hacia la vereda en ambas direcciones cuando giraba el torso
al tiempo que articulaba a la perfección y en vos alta el texto de
dicho discurso, que en términos generales decía lo siguiente:
--Todo, todo es mentira... Lo que
vemos, lo que tocamos, lo que comemos. Lo que comemos es mentira! No
existe. Nosotros no existimos, ni las cosas, ni las personas, ni el
aire y la luz. Solo que creemos que todo existe y por eso vemos eso
que creemos. Si aceptáramos que nada existe, no veríamos nada.
A sus costados se habían reunido
varios niños del barrio creídos de que aquello era un acto de algún
partido político de esos que tiran bolsas con caramelos a la
gurisada. Le miraban desde abajo, esperanzados.
Tito hizo entonces oir su voz.
--Permítame quitarle el traje de
escéptico, estimado amigo Platón, usted no es un verdadero
escéptico o por lo menos no cree en lo que está afirmando.
El ruso largó una sonora carcajada
--¡Claro...!--exclamó golpeándose la
palma de la mano con el otro puño—Yo mismo me encerré en el
argumento. Te la dejé servida, amigo Tito, para la pregunta de que
por qué, entonces yo seguía viendo todo a pesar de creer que todo
es mentira.
La cerveza ya estaba servida en dos
vasos de dulce de leche. La espuma al borde de los vasos. Allá
afuera el verano achicharraba las calles