PROFECÍA INCIERTA
¿Pero es que acaso yo digo que la
humanidad no tiene salida?
No, no se me
malinterprete (ya sé que ha sido culpa mía) No he querido decir que
la humanidad no tenga salida. Tendrá o no tendrá. Yo no lo sé.
Pero lo que me parece poco probable es que nuestra civilización (con
perdón de la palabra) tenga salida, es decir un futuro en el que los
principales valores de ella se conserven evolucionando gradualmente
hacia una civilización futura basada en esto de ahora. No veo cómo.
Nuestra
civilización se encamina a los tumbos hacia un final caótico.
Dejará de
prodigar los medios para que una mayoría de esclavos trabaje para
una minoría de vivos. Porque el invento de los vivos va a terminar
por matar al inventor. No se puede seguir aumentando la producción
de riqueza, el consumo de bienes, la explotación de la naturaleza,
la destrucción del medio ambiente...
No se puede!
Se podría
distribuir mejor la riqueza pero eso...
… es que han
logrado que todos pensemos que la única razón de nuestra existencia
es la acumulación de bienes y comodidades. Bienes que cada vez son
más descartables y fugaces... consumos de un momento que dejan
tiempo para el trabajo y el mayor progreso futuro.
Es la nuestra
una civilización marcadamente cuantitativa. No nos interesa
demasiado la calidad, a no ser aquellas que puedan ser cotizadas en
términos de dinero. Una calidad cuantificable. Ahora sí!
Por eso no se
valora la poesía.
Pero.
Es posible que
algunos hombres acá y allá, puedan sobrevivir después que la
última ciudad sea tapada por la arena. Ellos podrían comenzar una
nueva humanidad
En manos del azar
No tengo dudas de que el hombre terminará creando esos monstruos
de la ciencia ficción llamados
ciborgs, tanto como clones humanos
de otros hombres, o modelos sintéticos cuyos genes fueran
sintetizados por un complejo maridaje entre computadoras y
laboratorios de química-física. Molécula a molécula arrastradas
por sutiles pero irrefutables fuerzas llegarán a tejer la trama de
la doble hélice que se ensamblará con el resto del material en una
línea de producción postindustrial de seres a medida.
No importan los millones de escrúpulos éticos que se derramen
en unos miles de manifestaciones en contra, en las calles o por
virtuales plazas públicas de redes sociales. Otras tantas
manifestaciones se harán para contrarrestar lo que sea. Y mientras
todos sigamos discutiendo boludeces, como una manga de cotorras
histéricas, ellos lo estarán haciendo.
Pero no ellos, los que creen dominar el mundo, ni los que
firman las decisiones políticas.
Ellos, los que sean, lo harán.
Porque los que creen dominar al mundo en realidad intentan a
penas adivinar el curso de los acontecimientos sin lograr inclinarlo
en el sentido que quisieran. Hay otros que también pretenden lo
mismo pero con otros planes en cartera. Y otros y otros más. Todos
intentan y hasta se convencen de que estableciendo pactos y buenas
reglas de juego el poder seguirá en sus manos y los acontecimientos
les obedecerán sumisamente.
Lo que ignoran es que el planeta llamado Tierra, hace tiempo
que se ha salido de control. Sus sistemas colectivos, trátese de la
economía o de la ecología, o de la sociedad misma, han superado el
punto de no retorno y marcha, como una nave intergaláctica que
ingresa en las regiones de lo improbable. Ya no nos gobiernas las
leyes inflexibles de la naturaleza, ni las hipócritas de la
sociedad, ni las egoístas de la economía. Sería bueno poder creer
en ellas.
Hoy somos impulsados por el azar.
Solo caben dos posibilidades. Que por azar sobrevivamos a los
caprichos del azar. O que el azar destruya nuestra estúpida
civilización y tengamos que comenzar de nuevo.
¿Quién no tiene un muerto en el ropero?
¿Quién no tiene un muerto en el ropero?
Por eso yo me inclino por el politeísmo. Si creyera en dioses
creería en muchos, nunca en uno sólo, porque... Por lo menos siendo
muchos se podrían echar las culpas entre ellos, como los políticos.
En cambio uno sólo cargaría con todos los males sobre la cabeza.
A no ser que se acepte un Dios que no sea bueno, al menos no del
todo bueno.
Un Dios bueno-malo no estaría mal. Sería a imagen y semejanza
del hombre. Y además no estaría rodeado de toda esa atmósfera se
santurronidad con incienso y naftalina.
Capaz que me simpatizaría al igual que a muchos de ustedes. Ja
ja, esa sí que sería una idea revolucionaria... y sin embargo...
los que en alguna época siguieron a iglesias de dioses binarios
parece que se han quedado sin continuadores.
Sería mal negocio por alguna causa que no se me ocurre.
Pero qué dichosas catedrales se hubieran podido construir en
honor a ese dios bromista y divertido... aunque a veces mentiroso y
malintencionado. Su biblia, podría narrar la historia de una especie
humana muy parecida a su creador, pero sin cargar las tintas, tanto,
en la culpa del culpable, o en la redención de los pecados. Un dios
consciente de sus contradicciones no llegaría a instaurarse como
juez implacable ni verdugo insensible.
Pero igual, un dios solitario no me termina de convencer.
Por algo los supuestos monoteístas terminaron por aceptar la
existencia de un segundo dios. El dios del mal. El demonio o satanás,
o cualquiera de sus muchos nombres, vino a llenar el sentido vacío
que se venía arrastrando desde la última religión idólatra.
Tampoco nada quita que puedan haber muchos dioses y a la vez, que
cada uno de ellos sea un poco bueno y un poco malo, como nosotros,
que somos bastante buenos pero no del todo.
¿Quién no tiene un muerto en el ropero?